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viernes, 8 de octubre de 2021

VELLIDO DOLFOS paladín de Doña URRACA

 VELLIDO DOLFOS

En el convulso siglo XI, en plena Edad Media, la península ibérica se encuentra en constantes luchas entre las dos sociedades que la habitaban: cristianos y musulmanes, además de las propias entre cristianos. Los reinos, condados, califatos y señoríos conforman la estructura territorial en la que se dividen los territorios. La extensión de cada uno varia ostensiblemente, y ese era el principal problema ligado a la ambición por ostentar más poder consiguiendo  por cualquier medio invadir los territorios de los vecinos. Y así, el conde de Castilla, Don Fernando, hijo del rey de Pamplona, a la muerte de este y mediante intrigas palaciegas se autoproclama rey de Castilla con el nombre de Fernando I, convirtiendo de esta manera un condado en un reino. No gustó a su cuñado Bermudo III, rey de León, tal maniobra ya que el condado estaba adherido a su reino. Esto les lleva a una liza que desemboca en un alzamiento de armas de Fernando contra Bermudo que acaba muerto en la batalla de Tamarón (Burgos). Tal desenlace y puesto que Bermudo muere sin descendencia, es su hermana Sancha, esposa de Fernando, quien rige los destinos del reino, un hecho que aprovecha el astuto Fernando para tomar el gobierno en virtud de los derechos de su mujer, incluso convence al obispo Servando que le consagre sacramentalmente coronándole como rey de Castilla y León en 1038. Su ambición no tiene límites asediando a otros reinos para añadir a sus fueros más propiedades, hasta el punto de que su reino llegó a ocupar la tercera parte de la península, ganándose los sobrenombres de "el Grande" y "el Magno".
 
 Fernando y Sancha tuvieron cinco hijos a los que llamaron: Sancho, Alfonso, García, Elvira y Urraca. Previniendo su final en 1063, Fernando decide repartir entre sus hijos el Regnum Legionense contraviniendo el derecho visigodo que impedía dividir las propiedades reales entre los herederos. Convoca una Curia Regia y adjudica a cada uno de sus cinco hijos lo que estima conveniente. A su primogénito Sancho el reino de Castilla, a Alfonso el reino de León y de Asturias, a García el reino de Galicia, a Elvira el señorío de Toro, y a Urraca el señorío de Zamora a las que impuso la condición de mantenerse célibes.

A Sancho, que había heredado la ambición y las artes de su padre, no le gustó el reparto. Como primogénito consideraba le pertenecía la totalidad del reino. Esperó a que falleciera su madre para poner en práctica su maquiavélico plan iniciando una guerra fratricida que duró siete años. Primero, pactó con su hermano Alfonso robarle el reino de Galicia a García y repartirse las tierras. García fue prisionero y enviado a la taifa de Sevilla donde murió en prisión. Después, Sancho busca una excusa para romper el pacto con Alfonso. Ello origina un enfrentamiento armado entre sus ejércitos. En la batalla de Golpejera (Palencia) Sancho hace prisionero a su hermano Alfonso a quien destierra a la Taifa de Toledo. Con el camino expedito, al igual que hiciera su padre, se auto corona con el nombre de Sancho II el Fuerte. Más tarde, continuando con su campaña de conquistas arrebata a su hermana Elvira el señorío de Toro. Lo mismo intenta con Zamora el 4 de Marzo del año 1072, pero aquí se encuentra con una tenaz resistencia de su hermana Urraca que le obliga a poner sitio a la ciudad privándoles de alimentos y de la ganadería. El asedio se prolonga en el tiempo y la población empieza a sentir las carencias enfermando y muriendo por ello..

Urraca, mujer tenaz y orgullosa, reúne al Consejo para decidir sobre la trágica situación de la ciudad. Su asesor y gobernador de Zamora, Arias Gonzalo, la informa que al norte de Zamora y en zona montañosa se encuentran los feudos de la familia Adaúlfiz, perteneciente a la nobleza del reino de León y por tanto vasallos del rey Alfonso. El nuevo señor de los feudos es Vellido Dolfos por designación de su anciano padre. Es un joven de buena figura, valiente, audaz y amante de las armas. No conocía Urraca a tal noble y caballero por lo que pide envíen emisarios y lo traigan a su presencia. Es recibido Vellido en el salón del trono donde Urraca delante del Consejo le interroga sobre su lealtad y vasallaje a lo que Vellido responde ofrecer su vida y la de los suyos en lucha contra el usurpador. Gusta a Urraca la contestación ordenando preparen estancias para Vellido y sus acompañantes. Pide se retire el Consejo e invita al noble a sus aposentos privados para compartir cena y poder hablar libremente.
Mientras comparten viandas, Vellido la hace notar que después de seis meses de asedio no podrá seguir resistiendo requiriéndose acometer una acción contundente aunque arriesgada. Urraca le pide que se explique, cosa que Vellido hace: " Yo soy vasallo de mi señor Alfonso, vos sois su hermana al igual que de nuestro enemigo Don Sancho.  Obviamente no podemos enfrentarnos a él en una batalla abierta. La única solución es infiltrarnos con artimañas utilizando el engaño. Me infiltraré entre sus filas haciéndole creer que os he traicionado para unirme a su cruzada. Me ganaré su confianza diciéndole que puedo facilitarle la entrada a la ciudad a través de una puerta secreta en la muralla". 
Urraca le pregunta qué  hará una vez se haya ganado la confianza del rey. Vellido la mira fijamente antes de contestar: "buscaré el momento propicio para matarle". Urraca no puede reprimir un gesto de angustia que no pasa desapercibido para Vellido. "!Es vuestro enemigo!, Mirar a vuestro alrededor. Ha sembrado la muerte en Zamora, además de haber usurpado el reino a Alfonso. Con su muerte salvareis la ciudad y podréis devolver la corona a su legítimo dueño". Urraca le pide tiempo para pensarlo.

  La mañana se presenta aciaga para Urraca a quien acompaña el gobernador y otros de su mesnada para inspeccionar las calles de la ciudad. Solo ve desesperación y miseria. La gente al reconocerla se acercan a ella pidiendo ayuda a gritos. Urraca está abrumada por todo lo que está viendo. De vuelta al palacio, ordena reunir al Consejo para comunicarles que ha tomado una decisión dolorosa para salvar a la ciudad, pero que para evitar filtraciones callará sus intenciones. El gobernador Arias Gonzalo recomienda entregar la ciudad a su hermano Sancho a lo que Urraca, levantándose del trono responde de forma airada con un !jamás! al tiempo que abandona el salón a toda prisa. Ordena a una de sus damas que vaya en busca de Vellido y lo acompañe hasta sus aposentos.   

Urraca espera la llegada del noble paseando por su estancia en un estado de excitación jurándose tomar represalias contra su hermano al que considera un monstruo. La anuncian la presencia de Vellido ordenando le hagan pasar. Al tenerlo ante sí, sin más preámbulos le comunica que ha decidido secundar el plan contra su hermano. Vellido no puede reprimir una sonrisa de satisfacción y de pronto se pone serio, quiere decirle algo a la señora: "Ruego disculpéis mis palabras pero es necesario que os las diga antes de partir, por si no vuelvo. Urraca le mira con atención, como si presintiera lo que va a decirla. !Hablad! 

"Soy vasallo de vuestro hermano Alfonso. He luchado junto a él contra Don Sancho en la batalla donde le hicieron prisionero. Os conozco desde hace tiempo aunque ha distancia, Nunca hemos hablado y vos no me conocíais. En un momento de la cena me preguntasteis si estaba casado y os contesté que no podía porque estaba enamorado de una mujer. Esa mujer sois vos. Y por ese amor que os tengo estoy dispuesto a sacrificar mi vida, Esa es la verdadera razón pr la que estoy aquí". 

Urraca se siente alagada por esas palabras. Ella también siente algo por este joven y apuesto noble y así se lo hace saber, pero le advierte que de triunfar en su alocada aventura no podrá relacionarse con el hombre que ha matado a su hermano, aunque sí le protegerá de las iras de aquellos que le acusen de haber cometido regicidio, prometiéndole que su hermano Alfonso hará lo mismo cuando recupere su trono. Se acerca a Vellido y sella sus labios sobre los suyos como prueba de su admiración por él.

 Llegado el momento, Vellido sale por una de las puertas de la muralla y corre entre sombras hacia el campo enemigo. Sancho es avisado del extraño movimiento que ven en las murallas y se dirige junto a otros nobles, entre ellos Rodrigo de Vivar, a la primera línea para observar lo que pudiera estar pasando. Un grupo de soldados ven salir de unos frondosos arbustos a un hombre, le dan el alto y piden que se identifique. Así lo hace y pide le lleven a presencia del rey Don Sancho. Lo llevan a la tienda del rey quien sorprendido inmediatamente lo recibe. Se inclina Vellido ante el soberano y le informa ser noble de los feudos al norte de Zamora, que ha huido de la ciudad por sus graves desavenencias con Don Arias Gonzalo. Preguntado por el rey cuales son esas desavenencias, Vellido contesta que propuso al Consejo presidido por Doña Urraca negociar con vos la entrega de la ciudad y así acabar con el asedio. Don Arias me amenazó con ordenar mi detención por traidor. Mi vida estaba en peligro. 

El rey invita a Vellido a sentarse a su lado a la vez que le pregunta sobre lo que pasa dentro de las murallas. Vellido le expone el peor de los escenario pero la tenacidad de Doña Urraca con el apoyo de Don Arias, hace imposible cualquier acuerdo de rendición. Les informa del número de soldados disponibles, así como de las defensas reales que se limitan a la inaccesibilidad de las murallas. Todos siguen muy atentos a las palabras de Vellido, buscando alguna contradicción que pudiera delatarle. El rey se queda pensativo un momento para luego decir que debe de existir algún punto débil, no todo puede ser tan perfecto. 

Vellido aprovecha esta reflexión del rey para informarle que la muralla tiene siete puertas y una de ellas carece de elementos de cierre por lo que nada impide el acceso al interior. No recordaba cual de ellas es aunque podría identificarla si se aproximan a las murallas. Rodrigo Díaz de Vivar propone al rey  urdir una estrategia rotatoria haciendo un amago de ataque por el Este mientras otros grupos más reducidos inspeccionan por separado el Oeste, y así sucesivamente hasta encontrar la puerta. Le parece bien al rey la estrategia advirtiendo que él participará con uno de los grupos de reconocimiento siendo acompañado por Vellido.

 Al amanecer del día siguiente todo estaba preparado para la incursión. El rey y Vellido sobre dos corceles abren el camino seguidos por Rodrigo y otros, mientras un numeroso grupo de soldados se dirigen al Este de las murallas para iniciar un ataque. Alertados los defensores, empiezan a movilizarse tomando posiciones principalmente por el lado donde se produce el ataque. Los hombres de Vellido que guardan las puertas están atentos a lo que ocurre más allá de las murallas. Los arqueros empiezan a lanzar flechas contra el grueso enemigo, mientras Sancho junto a Vellido se internan en un pequeño bosque. Por un instante ambos se encuentran solos, momento que aprovecha el rey para descabalgar y pedirle a Vellido que le sujete el venablo mientras se alivia de un apretón fisiológico.

Vellido mira a su alrededor y ve a Rodrigo y sus hombre un poco lejos de donde ellos se encuentran. Entiende que no encontrará otra ocasión mejor para llevar a cabo su maquiavélico plan. Sujeta el venablo y cuando Sancho le da la espalda lo lanza contra él atravesándole el cuerpo. El rey cae al suelo malherido mientras el agresor pica espuelas a su caballo para salir huyendo y entrar por la puerta que se conoce como "portillo de la traición" por unos, y "puerta de la lealtad" por otros.  

                                                                        Puerta de la Lealtad

Vellido por amor, y sin saberlo, cambió la historia de España. Alfonso recuperó su trono y Urraca le ayudó a gobernar hasta que se retiró a un monasterio donde murió em 1.101. Vellido contrajo matrimonio con una noble y su vida se extingue en la historia.